Acabo de volver del primer estudio de campo de mi proyecto Prometheus. Una campaña de una semana de duración en lugares remotos del Sultanato de Omán buscando las fuentes de aguas alcalinas. En ese país de la península arábiga las rocas del manto profundo del planeta emergen a la superficie movidas por fuerzas derivadas de los empujes de las placas tectónicas que allí confluyen. Las aguas subt erráneas en contacto con esas rocas se alteran creando unas aguas que deben ser similares a las que se formaron los primeras charcas y lagunas de este planeta cuando aun la vida no había aparecido sobre el. Por eso me interesan.
El viaje ha sido duro pero ha merecido la pena. Siete días en el desierto rocoso omaní acampando bajo las estrellas en parajes ocultos de este bellísimo país. Siete días sin internet ni telefonía móvil. Siete días levantándonos a las cinco y media de la mañana, preparando nuestro desayuno rápidamente para desmontar el campamento y salir pitando a lomos de dos todoterrenos atravesando wadis y secarrales rocosos. Trabajar hasta las cuatro y media de la tarde, y ponernos entonces a buscar un sito donde montar nuestras tiendas lejos de cualquier poblado antes de que el sol se metiera (lo hace en esas latitudes entre las seis y las seis y media). Abastecernos de agua y preparar la cena con las latas que compramos y comentar los logros y los problemas del día bajo las estrellas. A la mañana siguiente, a las cinco y media, la voz apenas perceptible del muecín acariciaba los oidos y te animaba a salir del saco. Bueno, a veces, porque a veces estabamos tan lejos de la aldea más proximas que no podiamos oir nada. Y una vez, nos toco un muecin en practicas que cantaba fatal.
El equipo cientifico estaba formado por cuatro investigadores de Bremen y dos de Granada.